domingo, marzo 20, 2011

El orden natural de las cosas

Recuerdo. Cuando entraba en la casa de mis abuelos, ya sea en Portugal, o en la de mi abuela kika, aquí en España, todos los objetos de la casa parecían ocupar la posición que debían ocupar, dentro de un orden natural. Esta sensación se extendía, normalmente, también a las casas de los vecinos de mis abuelos. Gente vieja, habitualmente. Y todo en sus casas parecía ocupar la posición que debía: el botijo con el agua (o la cántara con el vaso de lata porcelánica a sus pies, cuando éramos más pequeños), el calendario de sabe dios qué año bajo las llaveras, recortes de revistas que hacían las veces de cuadros, tapetes, cacerolas colgadas aquí y allá, la vieja radio con su funda de ganchillo ... todo en estas casas ocupaba el lugar que debía ocupar. Y cuando uno entraba en ellas, se daba cuenta de la armonía que lo rodeaba. Lo mismo ocurría en los huertos de estas casas: el olivo al pie del pozo en la casa de mis abuelos en Portugal, que al otro lado de la frontera mutaba en una fresca higuera, con su correspondiente pozo a sus pies, surcos con tomates, pimientos, patatas, hierbas aromáticas para las sopas y, cómo no, un pequeño cobertizo o corral en la zona más alejada de la casa para guardar las aves domésticas: todo en esos huertos ocupaba el lugar que debía ocupar. Todo en esas vidas ocupaba el lugar que debía ocupar.

2 comentarios:

Gandalf dijo...

Incluso a uno mismo lo ponían en el lugar que debía ocupar :)

KD dijo...

Además nuestros mayores, por lo general, sólo tenían lo que necesitaban y poco más, y siempre te explicaban, desde esa sabiduría ancestral, por qué cada cosa estaba donde estaba y no en otro lugar...

A mi ya no me quedan abuelos, pero mi suegra, de una generación anterior a la de mis padres, no deja nunca de sorprenderme :)