miércoles, junio 21, 2006

¡Encerrado!


Ayer quedé con una amiga, compañera de trabajo también, para ayudarla a poner los típicos cartelillos de "chica busca compañera de piso ...". Es nueva en Cáceres, por lo que solicitó mi ayuda para encontrar los mejores sitios en los que poner sus reclamos.

Lo que esperaba ser una larga tarde pateando la ciudad, se convirtió en una pequeña aventura. Salimos de su casa a eso de las 20.30, y nos dirigimos al edificio de la Escuela Oficial de Idiomas para colocar los primeros cartelitos. Subimos al primer piso, y pegamos uno en el tablón de anuncios. Bajamos, y colocamos otro en un panel de corcho. La operación no nos llevó más de dos minutos, pero cuando nos encaminamos hacia la puerta de entrada ... !Cerrado! Incrédulos, tratamos de abrirla por todos los medios. Había gente fuera, que nos miraba con cara extraña, pero no decían nada. Ni nosotros tampoco a ellos, nos daba vergüenza. Entramos nuevamente en el interior y nos sentamos en un bonito patio. Pasados cinco angustiosos minutos (es lo que aguantó nuestra valentía), comenzamos a llamar a nuestros "contactos". Primero, a la policía nacional, que nos dijo que ellos no podían hacer nada para sacarnos de nuestro accidental encierro. Después, a la policía local, que dijo no tener ningún teléfono a mano de alguien que nos pudiera sacar de allí, pero que no nos preocupáramos que algo harían. Nos llamaban de cuando en cuando para saber si seguíamos vivos y ninguno había comido al otro.
Pasaba el tiempo y por allí no aparecía nadie. Echamos mano de teléfono otra vez, y llamamos a todos aquellos de nuestros amigos que iban a la Escuela de Idiomas, a clase de lo que fuera, para ver si tenían el teléfono de algún profe o cualquier otro ser o persona que pudiera sacarnos de allí. Rien de rien. Algo desesperados, comenzamos a barajar la opción de crear un incendio o liarnos a romper puertas y tal, a ver si así la autoridad nos sacaba de aquél sitio, aunque fuera con las manos esposadas ... o con los pies por delante (amén). Nos sentamos y fumamos nuestro último cigarrillo a medias (no quedaban más). De pronto, de una de las salas que rodeaban el patio, sale un tipo canturreando con una taza de café en la mano y un pitillo en la otra. Nos dirigimos hacia él y le explicamos lo ocurrido, pidiéndole por favor que nos sacara de allí. Nos mira con gesto extraño, gesto que descubrimos de borracho al acercarnos y oler su aliento, y nos dice: "Es un poco ilegal entrar aquí cuando la puerta está cerrada ..." En fin. Le costó entender que cuando entramos, la puerta estaba abierta. Sacó de su bolsillo un manojo de llaves, y con la mano temblorosa, ante nuestros atónitos ojos, por fin abrió la puerta que nos separaba de la libertad. Nunca una hora y pico de encierro dio para tanto ...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Como habría dicho el gamberro Nelson... "JA JA..."
Menos mal que os encontrásteis con el tipo borrachete y no con el del chubasquero y el garfio. :P