martes, diciembre 12, 2006

Coimbra do Mondego




Eso de que cuando llueve uno tiene que quedarse en casita, no va conmigo. Por eso, no pensé ni un segundo en suspender el viaje que había planeado (con sólo un par de días de antelación) al centro-norte de Portugal.

Portugal presenta un aspecto descuidado, algo desaliñado. Un olor a historia, a pasado, a rancio y a viejo lo impregna todo; lo que yo llamo el "polvo histórico". Eso es precisamente lo que más me gusta de Portugal. Huele a viejo. Huele a rancio. Pero está muy vivo. A veces da la sensación que tiene la misma vida que una pupa de gusano de seda en su capullo. En letargo. A veces. Pero de vez en cuando, aparece la mariposa. Y entonces, todo es maravilloso.

Coimbra es la ciudad del río Mondego, el más importante de los que nacen y mueren en Portugal. Famosa por ser la más antigua universidad portuguesa. Ciudad universitaria. Pero esto sigue siendo Portugal, y la rabiosa energía de los estudiantes encuentra el contrapunto de la parsimonia del viejo Portugal.

Hacía un tiempo de perros, los dos días que pasamos en Coimbra se los pasó lloviendo a mares. Pero había que "hacer la calle", y con la ayuda de un paraguas recorrimos cada calle, cada rincón de esta hermosa ciudad. El río mondego, a rebosar a su paso por Coimbra, presentaba un aspecto espectacular. La zona universitaria (en la foto de arriba) se encuentra en la parte alta, es visible desde prácticamente cualquier punto. Circundándola, uno puede encontrarse todo tipo de bares/tascas y, en algunos de ellos, hay espectáculos de fado. La primera noche tuvimos la suerte de encontrarnos con un grupo estupendo, con un intérprete masculino, que comenzó a llenarnos de saudade en la noche.

Un poco más tarde (2 o 3 cervezas más tarde, exactamente), caminando por las empinadas calles de la zona antigua (todo Coimbra es zona antigua), nos llamó la atención el ruido que salía de una de las casas. Nos acercamos y entramos en lo que es el Ateneo de Coimbra. Pomposo nombre para algo bastante cercano, pues estaba lleno de estudiantes y de un tipo que tocaba varias instrumentos a la vez, con bastante fortuna. Más cervezas (las birras en portugal son muy baratas: 1 tercio de Imperial, 0.8 €) y el ambiente se tornaba cada vez más cálido.



Al día siguiente, recorrimos los alrededores de Coimbra. Conimbriga, restos de un asentamiento romano de mediana importancia a unos 12 kilómetros al sur, fue una de las visitas más destacables. Penacova, a unos 20 Km, nos recibió con fiestas en honor de la Inmaculada, todo el mundo estaba zampando carne en la parte baja del pueblo, con lo que pudimos campar a nuestras anchas en la zona amurallada.


Como siempre, nos costó dios y ayuda encontrar un sitio en el que nos sirvieran algo para comer. Es costumbre en Portugal comer entre las 12 y la 1 del mediodía, más o menos. La 1 y media ya es muy tarde y le miran a uno raro si entra en un restaurante. Pollo con salsa no sé qué, arroz de pato, patatas fritas y ensalada, un par de cocacolas ... todo ello por el módico precio de 9.9 €. En Portugal se come bien y a buen precio.



Bueno, después de recorrer las calles de Penacova y comer adecuadamente, nos dirigimos a una de las sierras que rodea Coimbra, a conocer el, para mí, desconocido Portugal de montaña.

El paisaje era sobrecogedor. Era imposible no parar en cada curva, en cada arroyo, en cada ermita, en cada pequeño pueblo. La subida a la sierra comenzó al final de la tarde, y la temperatura era de unos 10 grados. Al llegar a la cima, descendió hasta los 0 grados.



Uno de los momentos más mágicos los vivimos al pasar por una pequeña aldea. Había gente reunida alrededor de una hoguera, asando chorizos y demás viandas. Nos acercamos y, entonces, comenzaron a cantar canciones populares. Ya era de noche, y la escena, con la hoguera, el olor de los chorizos, la sierra al fondo ... sobrecogedor.



Al poco, comenzó a llover y toda la gente se refugió en la casita que aparece a la izquierda de la imagen. Dentro, había mujeres que vendían dulces caseros de merenge, castaña, miel, piñones, además de licores, patateras, chorizos, etc. Parece que era típico que los antiguos pobladores de la aldea se reunieran por esas fechas a celebrar el día de la Inmaculada. Fue un lujo poder estar allí con ellos.

De regreso a nuestro hotel en Coimbra, todavía conservando el calor de la hoguera, nos sentimos realmente afortunados por haber compartido ese rato con una gente tan acogedora.




Fuerzas renovadas para continuar nuestro viaje hacia Porto ...

No hay comentarios: